El
silencio llega como un telón que se cierra, en un teatro, el teatro de la vida.
Con él llega la incomodidad. El
nerviosismo del enfrentarse con tu tiempo.
Una
vez llegado surge la idea de la huida; como si fuera la solución a las cosas.
Te comienza a picar partes de tu cuerpo, con las que pretendes ajustar cuentas.
Juan
se encuentra en esta situación, ahora que esta con su mujer, Margarita. Es el
momento donde parece que te has contado todo y ya sabes todo, de tu pareja: sin
saber cómo ha llegado el tedio. Ese invitado que te hace sentir mal, en el cual
prefieres estar solo a compartir tu vida con otra persona.
Margarita
ha llevado un proceso similar y por ello, también ha renunciado a luchar por
seguir estando en comunicación. El invitado llega con todo su esplendor y se
aloja allí, donde es bienvenido.
Inicia
su llegada con el silencio para seguir con miradas encontradas en puntos
distantes y la sensación de alejamiento para terminar con la incomodidad, donde
la compañía se convierte en una hostilidad y por tanto en un enemigo; que contra
más lejos se encuentre, mucho mejor.
Tanto
Juan como Margarita, no son conscientes que ellos pusieron los imames de la
atracción, y ellos son capaces de poner los del rechazo, se cubre con mil
escusas para manifestar su justificación para estar juntos o separados. Siempre
con la decisión de ambos.
La
argumentación vale poco, porque siempre se ponen cosas, que analizadas desde
fuera, no tienen sujeción suficiente.
Los
fantasmas que planean sobre nuestras cabezas, alteran nuestra mente poniendo la
palabra miedo sobre nosotros y es cuando se inicia el agarrotamiento, y la
deformación de nuestra lógica por reacciones anormales que quieren reafirmar
cualquier cosa. Juan y Margarita se han montado.
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