Como
cada día coge su mochila donde ha acomodado envases plásticos para alojar las
croquetas que ha elaborado esa misma tarde. Un par de paquetes de servilletas y
ya tiene todos los útiles para ponerse a vender en la calle, no improvisa un puesto,
con cajas de cartón pues sería demasiado fácil para localizar por los policías que
intentan erradicar la venta ambulante.
Juan
ya se ha hecho un clásico en la zona y cuando aparece se forma una cola en
espera de su plato preparado. Hace cinco variedades que suele agotar en poco
tiempo. El precio un euro para no tener que estar con problemas de cambios. Utiliza
buenos productos y un gran mimo por la innovación, las especias son muy
variadas y utilizadas.
Como
si de comida preparada, al estilo de la pizza, la gente busca una alimentación,
donde no es necesario dejarse mucho dinero. No lleva bebidas porque sería más
peso y en verano necesitaría refrigeración. Su mochila con los diez envases es
suficiente para sacar el dinero que necesita diariamente.
Amigos
como él, que están a la última pregunta le preguntan por la posibilidad de que
hiciera más y ellos venderlos en otras zonas.
Solo
les pide que le ayuden a comprar la materia prima y la elaboración. Ya entonces
se empezara por la mañana. Trata de explicarles que no se hacen con prisa
poniendo todos sus sentidos hasta que van a la freidora a última hora, luego
empacar en las mochilas y desearles suerte.
Pero
la experiencia no fue buena, apenas se vendieron una docena, entre sus tres
amigos. Se sentaron y comenzaron analizar qué había pasado y Juan explica como
ofrece las mismas, ellos lo hacían sin ningún énfasis. Les explica que el
sentimiento que pone en elaboración es el mismo que la venta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
gracias por participar en este blog.