Antes
las palabras, ocupaban un espacio físico, pues estaban almacenadas en papel y
este tenía un peso específico en función de donde estaban grabadas. Hoy se
sustituye el papel por tinta electrónica que aparece en las diferentes
pantallas o en los ordenadores, por ello pierde su entidad y se convierte en
moneda virtual, esa que no existe y nos hace encontrarnos más inseguros,
perdemos aquello que se puede tocar.
La
tecnología nos da la oportunidad de tener varios diccionarios, de diferentes
idiomas, donde consultar diferentes, idiomas. Y poder leer sin tener que llegar
al final y sentirte mal porque no has conectado con el lenguaje empleado por el
autor, y tener que dejar un libro a medias. Solo su presencia te dara cargo de
conciencia por aparecer como un gasto mal empleado.
Ni
siquiera las facturas que te hacen amigo con el buzón que aparece en la
escalera de tu casa, solo se llena de propaganda de lo más variopinta, ofreciéndote
cosas o servicios que no necesitas o si.
Los
periódicos dejaron de ser importantes y dieron paso a los digitales con una
actualización inmediata.
Las
palabras quedan relegadas a la mensajería de texto inmediata y a correo electrónico
Curiosos
tiempos en que se tallaban en piedras y columnas para explicar la historia de
su tiempo a no aparecer, salvo el nombre de algunas calles para permitir situar
la ubicación de las diferentes casas.
Ahora
es fácil cambiar una palabra por otra o simplemente eliminarla, por no ser
necesaria, antes se necesitaban correctores, gomas de borrar más o menos abrasivas, hasta alguna cuchilla, o el
socorrido tachón con tan mala impresión visual. Ahora se elige el modelo de
letra, tamaño y composición, dando un aspecto correcto. Ya no hace falta
equivocarse, todo escrito tiene solución, salvo que se haya impreso.
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