Se
reúnen para plantar árboles en su pueblo. El objetivo es llenar el pueblo de
árboles para conseguir su preciada sombra en los duros meses de verano. Cada
año desde hace tres se van poniendo nuevos ejemplares, unos resisten y se
llenan de hojas, otros, que se les olvido regar, perecen.
Cuando
la tendencia de los pueblos pequeños es perecer en el olvido y todo se va
deteriorando, alguien se le ocurre invertir el proceso y que sea un lugar de
encuentro, donde los hijos y nietos de los pobladores regresen, aunque sea unos
días y en fechas concretas. Unos traerán a sus amigos y entre todos se quiere
lograr el objetivo.
El
pueblo tiene pocos habitantes, llegan al centenar, pero los días de encuentros
se llegan a quintuplicar, alojándose en las diferentes casas o en el único alojamiento
rural, dotado de cabañas aptas para todo tipo de clima. Y su restaurante que lo
hace como punto de reunión.
Los
árboles son un símbolo de vida, por ello plantarles es el deseo del mismo. Solo
un grupo de emigrantes se ha aventurado a venir a este pueblo y sus integrantes
se adaptan a los puestos de trabajo que ofrecen, los agricultores fijos. Otros
se trasladan de la capital relativamente cercana.
El
pueblo cuenta con una tienda de venta de comestibles, para los olvidos que no
se han conseguido en los grandes supermercados y de la gente mayor que no
cuenta con la ayuda de los coches.
El
centro médico se encuentra en un pueblo más grande y el hospital en la capital
de provincia.
Todo aísla a salir del punto pequeño, pero
el paro y la escasa oferta de trabajo invita a coger los recursos que otros
sitios pequeños cuentan.
La solución comienza con la plantación de
los maravillosos árboles.
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