El número siete era el que
aparece con bastante frecuencia en la vida de Juan. Al nacer fue un siete, de
julio, como san Fermín a las siete de la mañana. La habitación era la numero
siete. Así, se va repitiendo en la lotería suele apostar al número terminado en
su destino. El piso donde vive es el diecisiete. Y seguimos hasta que se ha
convertido en su forma de vida. Menos mal que su nombre no termina en el digito
repetido, solamente cuatro letras. Las coincidencias se terminan en otros
aspectos de su vida.
Pero las coincidencias le
persiguen, hasta haber tatuado en su brazo el guarismo repetido, hoy es su
cumpleaños, como no, treinta y siete.. Le llego la oportunidad de tatuar su
brazo y con el numero repetitivo. Ocupa la superficie del bíceps. Empleo dos
colores para que resaltara al llevar camisetas de manga corta y todo mirara su
obsesión.
El día de su boda también fue en
Julio. Llego a terminar los conteos de pasos en su numero no al terminar el
nueve para seguir con el diez, el lo hace con el siete para pasar al uno, saltándose
el ocho y los siguientes.
Que lejos están los aprendizajes matemáticos,
cuando son sustituidos por los mundos particulares, que marcan sus propias
normas, sus propios nexos.
Juan vive en su mundo paralelo,
en el que si es verdad, que existen coincidencias, pero no tanto como para
crear su propia realidad, tan alejada de los demás, como el aceite y el agua.
Lejos de juntar los mundos, ha
encontrado la forma de diferenciarse para justificar su acción. Lástima que el
reloj de la estación marque la fatídica hora. Y el grupo que esta frente al
gran reloj es el mismo guarismo que el anterior. Juan al final acierta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
gracias por participar en este blog.