El
encuentro, curiosamente, ocurre siempre que ha existido un desencuentro, donde
se ha alejado la posibilidad de seguir en comunicación. Es como si se hubiera,
ocurrido un corte de comunicación telefónica, donde ya no interesaba seguir
hablando más tiempo.
Curiosamente
el mismo se produjo en la plaza que lleva el mismo nombre, “Plaza del encuentro”.
Allí esta Juan esperando a Ana. Con la duda si se producirá el mismo o hay
cosas que abogan a que se frustre el mismo. Desde que salió de casa le rondo
esa idea, que se ve acrecentada con el paso de los minutos y la no venida de su
amiga, comienza a imaginar cosas que se hace que la cabeza este, a punto de
estallar.
A
la media hora la ve aparecer, por la esquina contraria. Tras darse un beso, le
explica que lleva observándole desde el otro lado, pero quería solucionar su
cabeza, antes de hablar con él. Juan le muestra su descontento y le hace saber
que ha estado a punto de irse en tres ocasiones. Ana comenta que ya lo ha
observado, pero necesitaba ese tiempo de reflexión, a la vez que observaba su
estar.
Pues
me has puesto muy mala ostia, expresando su rabia.
Precisamente
quería saber cuánto apreciabas este reencuentro, y veo que lo más importante,
para ti, era el tiempo de espera, no el acto en sí. Lo cual me indica que vamos
a seguir como estamos. Necesitaba esta prueba y creo que mejor te digo adiós.
Me
dejas pasmado, haces un experimento conmigo y encima quieres que no me enfade.
No,
ya te he dicho que necesitaba saber cuánto habíamos cambiado, y me he dado
cuenta que estamos en el mismo lugar, por ello te digo ha sido un gusto
conocerte pero hasta aquí hemos llegado, adiós.
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