miércoles, 28 de noviembre de 2018

EL AUTOBÚS QUE PASA DE LARGO





El viento ejerce su presión sobre los helados árboles. Los cristales acumulan agua solidificada. La parada de autobús se encuentra solitaria. Las luces no se han apagado aun. Y un sonido de tacones, acompaña a la melodía del aire.
La ausencia de trafico indica el día de la semana.
La sombra de la figura esta a capricho de la farola que toca iluminar. Sube las solapas en busca de impedir la temperatura exterior.
Toma su teléfono para ver el tiempo de espera del bus. Nueve minutos es la respuesta de la pantalla. No quiere abandonar la compañía de nadie y se aferra a mirar una y otra vez, como queriendo encontrar una nueva respuesta a los últimos mensajes recibidos.
La inquietud esta en su continuo baile de piernas para compensar la temperatura, sus manos quisieran esconderse en los bolsillos, pero la luz entre sus manos es lo prioritario. Entre vez y cuando su mirada se levanta en busca del vehículo transportador. Los minutos pasan despacio, surge un arrepentimiento de haber venido a esta fiesta. Donde no encontró lo que quería. Los ojos se entornan, baja el móvil y se recuesta frente una columna. El sueño no dura en llegar. El cansancio la vence y hasta el viento la mece.
El tiempo de espera se reduce para descubrir en un tic como su bus pasa sin detenerse, no ha mostrado señal de actividad y el conductor ha interpretado que no era necesario parar. Las alarmas se disparan el próximo tardara una hora. La rigidez agarrota hasta sus pensamientos, ahora tendrá que buscar un taxi que romperá su presupuesto mensual. Pregunta ¿como se ha podido quedar dormida? Hoy era el día que todo le ha salido mal, comienza a andar para reducir el camino de en medio y adquirir un calor extra.

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