viernes, 23 de noviembre de 2018

EL BOSQUE DE ENEAS




Juan decidió ir de viaje, salir de su pueblo y emprender un viaje donde sus piernas le llevaran conocía la dirección pero lo de menos era el destino. Era sus vacaciones laborales y tenía la posibilidad de disponer de ellas. Una mochila, su saco de dormir y un aislante era lo que necesitaba. Los caminos eran una pequeña trampa, donde le llevaban a una casa sin otra continuación, así que decidió tomar las carreteras, pero el trafico hacía tener la permanente alerta. Por ello cambio su entender esa vacación. Llegó a un pueblo donde había un cartel que ponía bosque de Eneas. Nunca había oído hablar de él. Fue al supermercado para comprar la comida necesaria y siguió el camino sugerido. El sol aplastaba el paraguas de los árboles. Junto al que tenía más contorno se sentó y apoyo su espalda en su tronco, en su rugosidad encontró el acomodo de la caminata. Un cuervo surco el espacio. Y el sueño llego a su cabeza.
El despertar fue lento pero la sorpresa hizo su aparición falta la mochila. No comprendía como entró en un sueño tan profundo. Miro por los alrededores pero no había nadie. El dinero estaba en su cartera.
Juan se levantó y comenzó a bajar la colina del camino circular. Sus vacaciones acababan de terminar. Sin nada a su espalda desanduvo el camino para ir a su pueblo donde se había instalado solo hacía un mes. A la derecha según caminaba por la carretera, había un pequeño vertedero, se acerco, entonces vio el color de su mochila azul, su ropa diseminada y solo faltaba la comida y el saco de dormir sin estrenar, Recogió la ropa, el sol comenzaba a caer y andar por las carreteras se hacía inseguro. Caminaba muy deprisa, de huida. Una vez más.

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