Juan
decidió ir de viaje, salir de su pueblo y emprender un viaje donde
sus piernas le llevaran conocía la dirección pero lo de menos era
el destino. Era sus vacaciones laborales y tenía la posibilidad de
disponer de ellas. Una mochila, su saco de dormir y un aislante era
lo que necesitaba. Los caminos eran una pequeña trampa, donde le
llevaban a una casa sin otra continuación, así que decidió tomar
las carreteras, pero el trafico hacía tener la permanente alerta.
Por ello cambio su entender esa vacación. Llegó a un pueblo donde
había un cartel que ponía bosque de Eneas. Nunca había oído
hablar de él. Fue al supermercado para comprar la comida necesaria y
siguió el camino sugerido. El sol aplastaba el paraguas de los
árboles. Junto al que tenía más contorno se sentó y apoyo su
espalda en su tronco, en su rugosidad encontró el acomodo de la
caminata. Un cuervo surco el espacio. Y el sueño llego a su cabeza.
El
despertar fue lento pero la sorpresa hizo su aparición falta la
mochila. No comprendía como entró en un sueño tan profundo. Miro
por los alrededores pero no había nadie. El dinero estaba en su
cartera.
Juan
se levantó y comenzó a bajar la colina del camino circular. Sus
vacaciones acababan de terminar. Sin nada a su espalda desanduvo el
camino para ir a su pueblo donde se había instalado solo hacía un
mes. A la derecha según caminaba por la carretera, había un pequeño
vertedero, se acerco, entonces vio el color de su mochila azul, su
ropa diseminada y solo faltaba la comida y el saco de dormir sin
estrenar, Recogió la ropa, el sol comenzaba a caer y andar por las
carreteras se hacía inseguro. Caminaba muy deprisa, de huida. Una
vez más.
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