martes, 6 de noviembre de 2018

CAMINO DEL DORADO 7







Fue curioso el avance que tenían como personas y la gran facilidad de aprender. En una biblioteca próxima tuvieron acceso a Internet y allí se abrió, el mundo que buscaban. La barrera del idioma la estaban venciendo y hasta encontraron cursos gratuitos sobre el tema. Mohamed encontró un anuncio que podrían ganar algún dinero acompañando a ancianos. De primeras sintieron que unos pos adolescentes no era su mejor trabajo, pero había gente dispuesta a pagar un dinero por el acompañamiento durante dos horas.
Y ellos tenían que devolver el dinero a sus familias. Algunos querían que las horas de compañía fueran de limpieza, pero no les importo. Otros ansiaban hablar con alguien, aunque tuvieran muchas años menos. La frescura de ellos les daba impulsos para vivir.
Los siete consiguieron dedicar ese tiempo en trabajo social, consiguieron no tener que hacer labores domesticas y algunos consiguieron que salieran a la calle para recibir los rayos del sol. El barrio iba envejeciendo y no había dinero para el ingreso en una residencia de ancianos. Surgía un nuevo trabajo.
Mohamed vió la posibilidad de quedarse a vivir con ellos a cambio de alojamiento y comida. Condenaban su juventud pero conseguían un trabajo y la manutención suficiente para estar en la gran ciudad ansiada. Estarían cerca de sus amigos y tendrían una opción de futuro. Hablaron con los tutores y se negaron en redondo, hasta los dieciocho años eso era impensable, se les podía quitar esa idea en la cabeza. Pero en su cabeza estaba la semilla.
En el barrio fue corriendo la noticia y las discusiones sobre unos chavales, se ocuparan de los mayores, que ellos no hacían. El sentimiento de que les robarían era otra de las premisas. Habían llegado para robar, ese era el sentimiento generalizado del barrio que les acogía.

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