Un
nuevo entorno aparecía no de color áureo como cuando comenzaron su
viaje.
Más
que entender lo que no tenían comenzaron a valorar lo que poseían y
no necesitaba maleta para guardar.
Mohamed
siguió viviendo en la vivienda del anciano que tanto le enseño
hasta su fallecimiento. Cambio a la casa de otra persona, una persona
sorda que hablaba muy alto pero que entendió a Mohamed desde el
primer día. Sin familia le ofreció, su vivienda pues no tenía
herederos. Fueron al notario para formalizar el deseo. Y los
comentarios de sus vecinos no le llegaron porque había desarrollado
la virtud de la persona que cuidaba.
Un
viejo ordenador le facilitaba poder comunicar con sus compañeros
regresados a sus casas, entre los que estaban sus amigos nigerianos.
Anselmo
falleció por una complicación medicamentosa. Solo tenía que
esperar a cumplir la mayoría de edad. Pero ya tenían un sitio de
encuentro. De nada valió explicar a sus paisanos las penurias que
habían pasado. Dos amigos intentaron el salto de continente y
querían venir a su casa. Mohamed les contó como había sido su vida
y como podría ser la suya. Convencidos desistieron pese a que las
películas mostraban el aire de los ganadores y todos se sentían de
igual manera.
Dos
años pasaron pronto y quisieron saludar a sus familias. Con sus
documentos en regla todo fue más fácil y hasta un avión les llevo
a Casablanca, cercano al traqueteo del autobús que les llevaría a
su pueblo.
Como
un acontecimiento se reunieron las familias de los hijos viajeros.
Nada
más llegar se sintieron ajenos a lo que les rodeaba, solo el
recuerdo les daba sentido a aquellas tierras y el cariño de su
circulo privado. Solo saber que pertenecían, ahora, a otro sitio, era
su sentir.
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