Buscaron
las válvulas par llenarlas a pulmón, pero nada salía de ellos
estaban muy cansados, estaban sin fuerzas y su meta se disipaba por
momentos. No veían costa por ningún lado ¿hacía donde ir? La
tarde se aproximaba rápidamente y la terrible noche podría traer
malos presagios, tan pocos kilómetros no eran fácil de hacer, las
corrientes desviaban el rumbo y llevaban no se sabe donde, aquel
cascaron de plástico. El aire seguía disminuyendo y quizás no
aguantara una noche más. No sabían nadar y la muerte se podía
esconder en las sombras de la noche.
Un
pesquero pasaba cerca y observo a los cinco precadaveres. Hizo
maniobras de acercamiento y llevaron en brazos unos cuerpos jóvenes
como estratificados, rigidos. Les ofrecieron la ropa que llevaban y
un poco de agua, no llevaban comida pues estaban de regreso.
Informaron a puerto de la situación que habían encontrado, mientras
la balsa perdía el poco aire que quedaba. En un par de horas
llegaron a puerto donde esperaban miembros de cruz roja y guardia
civil. Los dos días en el mar habían menguado sus fuerzas. No
sabían el castellano y un poco de ingles aprendido de las visitas de
turistas a su pueblo.
Deshidratados
y con hipotermia fueron llevados a un hospital. La sonrisa había
vuelto a sus caras, lo habían conseguido, pero necesitaron un par de
días para salir del edificio. preguntaron su origen y sus nombres,
sin ropa sin documentos, les llevaron a un campo de internamiento
con tiendas de campaña y les dieron, ropa, una manta y una camilla
donde dormir. Allí compartieron su historia con otros alojados.
Mohamed
les insto a aprender lo más deprisa el idioma y que compartieran
palabras aprendidas. De allí, al pasar un mes, fueron trasladados a
Madrid a un centro de acogida juvenil.
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