jueves, 22 de noviembre de 2018

EL TONTO




Cuenta las historias que en la mayoría de sociedades siempre hay un personaje que se le considera “tonto”. El objetivo siempre ha sido claro evitar que nadie te haga sombra. Si esto ocurre así parece que estamos en una tarima, porque siempre existirá alguien que este por debajo de nosotros. Con lo que nuestro “ego” pasa a una posición de tranquilidad.
Los problemas cotidianos siempre se pueden echar la culpa a alguien, en teoría inferior.
Pero el aprendizaje llega a todos y las conversaciones con está persona, inferior en conocimientos y destreza labial, van formando un pensamiento critico con el desfavorecido, este es más lento. Pero sus sentimientos sin tantos filtros aparecen en cualquier momento, síntoma de ser una persona “tonta”. Pero lo que parece ser una desgracia para los que le rodean, puede tener una recompensa en su interior. El hombre o la mujer que adquieren el papel aceptan y logran conseguir el papel de disminuido al que hay que ayudar. En ese afán protector, logra conseguir una vivienda y hasta trabajos fáciles, considerados como obra sociales.
La sociedad logra un nivel de equilibrio y hasta es necesaria su figura para dar sentido a vidas, que difícilmente son sostenibles.
Por “el tonto” pasan los años, las nuevas generaciones buscan nuevas personas para mofarse. Juntan a una mujer con él, para tener descendencia, lógicamente el fruto será un nuevo tonto, así se prolonga el juego. Es ahí cuando surge el máximo desarrollo del afectado, consigue logran un nivel de conciencia superior para entender su situación sacando partido. Su bondad comienza a desmoronarse por el interés aprendido.
Con el nacimiento del hijo dejo de ser el mismo tonto y comenzó a perder el sentimiento antiguo de comportamiento. Su deterioro social cambio, pero su imagen perdura en la memoria de su sociedad.

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