Los
otros jóvenes les informaron que hasta los dieciocho años tenían
asegurado la cama, enseñanza y comida. Luego tenían que buscarse la
vida. El tesoro más buscado entre ellos era tener un teléfono
mocil. Pero ellos no tenían dinero, con el podrían comunicarse con
su familia en sus países de origen. Les informaron de la manera de
conseguirlo. Pero su familia no tenían esos dispositivos y menos
desde que tuvieron que vender muchas cosas que tenían para costearse
el viaje de sus hijos. Las clases ocupaban solo dos horas del día,
tenían que preparan la comida, limpieza del edificio y limpieza del
menaje. Por lo que disponían de mucho tiempo libre. Fueron
descubriendo el barrio donde estaban ubicados. Veían la
cantidad de coches y de edificios de catorce plantas que había. Pero
pronto comprendieron que por lo que habían arriesgado su vida no era
tal. Los rostros de las personas que pasaban, solo eran de
preocupación, todo el mundo tenía prisa. La marginalidad les podía
llegar a obtener dinero, pero la experiencia de esclavitud que habían
sufrido en su propia tierra les dejo marcados. Los cinco iban a todas
partes, los bancos de los parques fueron lugar de refugio y de
preparar estrategias. El futuro no se les presentaba prometedor,
gracias a la unidad entre ellos no sufrieron las extorsiones de sus
compañeros. La televisión la usaban para aprender más palabras que
luego compartían y conseguían grandes avances.
Mohamed
era el más despierto, el acceso al trabajo lo tenían prohibido, por
ser menores, estaban tutelados. Cada vez acumulaban más información
sobre donde estaban. Y vivieron una revuelta de los que estaban
próximos a ser expulsados por llegar su mayoría de edad.
En
las cartas enviadas a sus familias no contaban la situación actual.
Seria remover la conciencia de sus progenitores.
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