jueves, 1 de noviembre de 2018

CAMINO DEL DORADO 4



Nadie les iba a acompañar, se les dejaba a su criterio. Desaparecieron. Mientras empujaron la barquita a afrontar las olas de un día que prometia lluvia. Conocían que tenían que ir en linea recta. Arrancaron el motor que subsisto durante un kilómetro. Luego se paro y por más intentos de hacer mover el motor fue imposible. No tenía mas gasolina, solo les habían echado para irse un tanto de la orilla, ahora tocaba remar. Sin agua y sin comida, abiertos a las peripecias que el destino les guardara, vieron pasar grandes barcos pero todos les ignoraban. La lluvia llegó y con ella la perdida de dirección, y a no veían el destino. Solo tenían una razón remar. El envase de transporte se iba llenando de agua por lo que tenían que echarla con las manos, no había descanso. El frio llego a sus carnes y con el la desesperanza pero nadie se quejo.
Seguían pasando cerca de ellos mas buques, pero ello les suponía un problema por ello miraban a otro lado e intentaban no arrollarlos, no se implicarían en un rescate que les retrasaría tiempo y posibles problemas en la llegada a puerto. Tras la lluvia llego la noche. Dejaron de remar y se hicieron un ovillo entre todos para intentar reponer fuerzas, no tenia sentido remar sin saber el objetivo donde ir. En las caras cansadas surgieron lagrimas de no saber que iba ser de ellos. El día tardo toda la noche en aparecer, apenas se podían mover, notaron la perdida de aire del lomo cobertor de la balsa. Mohamed adivino donde deverian encaminar sus esfuerzos de remo, pero estaban encogidos, sin fuerzas a merced de unas olas y una corriente que les manejaba como una cacerola en agua.
El desanimo comenzó a llegar, si caían morirían seguro.

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