El
dolor era agudo, candente y terriblemente desolador. El impacto de la
bala había llegado a su muslo. En seguida, como acto reflejo sus
manos fueron a tapar el agujero infligido en la carne. Sus manos se
llenaron de sangre, pero tenían la función de tapar el desaguisado
ocurrido. Todo ocurrió en una manifestación donde un grupo acorralo
a dos policías que sacaron sus armas reglamentarias y defendieron
sus vidas. Con las detonaciones un cuerpo cayo desmadejado al
instante. El otro era la pierna de Juan. Como por arte de magia el
grupo salió en huida, nadie quería ser el próximo.
La
manifestación había acabado hacía tiempo pero varios grupos no
querían acabar su denuncia. El grupo les había dado fuerza y por
tanto posesión de la verdad.
Un
Juan lacerado se tumbo al suelo esperando ayuda sanitaria, no podía
moverse. Las pensamientos corrían por su cabeza a velocidad de
vértigo pero sin cohesión.
Las
luces azules se acompañaron de otros destellos amarillos. Una
ambulancia se afanaba por llegar al lugar del suceso.
El
pantalón se había cambiado de color y presentaba reflejos al
mostrarse en la noche. Mientras hicieron preguntas para ver el estado
del herido, el otro cuerpo mostraba la llegada de la muerte
instantánea. Los dos policías se encontraban en shock nervioso y
necesitaron el consuelo de sus compañeros. A lo lejos se oyen los
gritos de los que protestaban por el trato recibido y la alarma de
los disparos que olieron a muerte, en los corrillos se hablaba de
cinco muertos y la indignación corrió como la pólvora, la misma
que contiene las balas de las pistolas.
Le
aplican las primeras medidas de taponamiento para trasladar a un
hospital, Juan oye cosas pero no entiende esta en otro mundo,
bastante alejado de este. Sus ojos cerrados.
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