lunes, 3 de diciembre de 2018

EL DOLOR AGUDO, CANDENTE.






El dolor era agudo, candente y terriblemente desolador. El impacto de la bala había llegado a su muslo. En seguida, como acto reflejo sus manos fueron a tapar el agujero infligido en la carne. Sus manos se llenaron de sangre, pero tenían la función de tapar el desaguisado ocurrido. Todo ocurrió en una manifestación donde un grupo acorralo a dos policías que sacaron sus armas reglamentarias y defendieron sus vidas. Con las detonaciones un cuerpo cayo desmadejado al instante. El otro era la pierna de Juan. Como por arte de magia el grupo salió en huida, nadie quería ser el próximo.
La manifestación había acabado hacía tiempo pero varios grupos no querían acabar su denuncia. El grupo les había dado fuerza y por tanto posesión de la verdad.
Un Juan lacerado se tumbo al suelo esperando ayuda sanitaria, no podía moverse. Las pensamientos corrían por su cabeza a velocidad de vértigo pero sin cohesión.
Las luces azules se acompañaron de otros destellos amarillos. Una ambulancia se afanaba por llegar al lugar del suceso.
El pantalón se había cambiado de color y presentaba reflejos al mostrarse en la noche. Mientras hicieron preguntas para ver el estado del herido, el otro cuerpo mostraba la llegada de la muerte instantánea. Los dos policías se encontraban en shock nervioso y necesitaron el consuelo de sus compañeros. A lo lejos se oyen los gritos de los que protestaban por el trato recibido y la alarma de los disparos que olieron a muerte, en los corrillos se hablaba de cinco muertos y la indignación corrió como la pólvora, la misma que contiene las balas de las pistolas.
Le aplican las primeras medidas de taponamiento para trasladar a un hospital, Juan oye cosas pero no entiende esta en otro mundo, bastante alejado de este. Sus ojos cerrados.

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