viernes, 9 de noviembre de 2018

ADIÓS EN EL BOLSILLO




Junto al mar existe un paseo no siempre acompañado, el clima tormentoso y las lluvias, le vacían.
El cuarto día de su estancia en ese pueblo llego su novia. El día había dado tregua, aunque las chimeneas buscaban el calor perdido durante la noche.
Quería mostrarle donde tantas veces había ido.
Abajo el sonido del mar, los trinos de las gaviotas y alguna sirena de un pesquero eran los sonidos de un campo mojado. Enseguida surgieron las discusiones aplazadas durante un mes. Allí junto al precipicio la caída sería perfecta, la muerte segura, un resbalón y no habría más discusiones. En pocos segundos paso por su cabeza toda la película de solución en su vida. Ana le miraba porque sabía que su cabeza estaría en otra cosa, siempre era así. Aun no encontraba la razón por la que había venido, pero el gesto de Andrés no le gustaba nada y menos en esa ubicación. Y si en un descuido le empujara y terminarían sus problemas.
Las coincidencias mostraban las diferencias de dos personas con caminos separados.
Ana pidió bajar al pueblo para ver el horario de vuelta de los autobuses. Juan accedió por finalizar una relación rota, no era necesario emplear la fuerza para romper su vinculo. Pero los reproches salían una y otra vez. Hasta notaban un nudo en las gargantas que dejaban los razonamientos en otro lugar. Caminaron deprisa, para llegar a la estación en dos horas el sufrimiento mutuo desaparecería. Esperaron en un banco apartado pero las palabras dejaban de fluir y las miradas fijas en las casas de enfrente se convirtieron en el recurso preferido.
Ana fue al servicio y Juan aprovecho a abandonar la estación. El odias quedo guardado en el bolsillo de su chaquetón negro.
Al salir, Ana, no echo en falta la ausencia.

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