Juan
tomó unos cuantos de sus libros y salió de casa.
En
una avenida un hombre coloca un hule en el suelo y pone una serie de
libros. con un cartel escrito en un cartón con rotulador negro la
inscripción: “Libros a un euro o la voluntad”. Una maleta con
ruedas le sirve de silla donde poder ver el paso de los viandantes y
esperar que alguno se interese por los libros ofrecidos en su
librería.
Solo
cuando hay lluvia se interrumpe su venta. De esa manera consigue
reunir el dinero suficiente para sobrevivir. Su imagen resulta
habitual, como la farola o el banco, donde un día inicio su trabajo,
hasta que unos ancianos le increparon por usurpar un espacio público,
para ellos. Cambio por la acera, donde no se molesta el paso de
peatones.
Los
libros van cambiando pues entre adquisiciones y donaciones. Tiene que
elegir y dejar en casa, junto al armario de su habitación, el
genero.
Juan
llegó donde Andrés expone los libros. Le saluda y le hace entrega
de la bolsa. Su cara se llena de agradecimiento.
Pero
hoy no es un día normal, un vecino le ofrece su furgoneta hasta
final de año que la dará de baja para guardar sus libros y no tener
que estar cada día trasportando la mercancía.
De
momento no tiene problemas con la policía municipal, no molesta el
paso de los transeúntes. Lo que empezó como una idea fue creando
cuerpo.
Juan
le acompaña por las tardes después de su jornada de trabajo. Esa
amistad ha crecido con el conocimiento de otra gente del barrio, que
hasta le prestan un local vació para acumular sus libros.
Otra
tienda les ofrece unas estanterías y ordenan todo el material.
Parece todo rodado para que Andrés logre un pequeño sueldo digno
diario.
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