miércoles, 7 de marzo de 2018

LENTO DESPERTAR




La mañana le ha llegado a Juan, en medio de la noche. Tiene que levantar para ir a trabajar. Aunque su acción natural es hacerlo sin esfuerzo, hoy parece que los ojos no quieren colaborar. Una ducha con la temperatura más baja puede ayudar y así lo hace. Pero los parpados, como persianas, vuelven a su posición de cerrado.
Establece una lucha entre la inercia y la acción, donde poder tomar el nuevo día. El vigoroso secado con la toalla, acerca un poco más. Pero durante el desayuno vuelve a tomar la posición primaría y con cada bocado a la tostada da una cabezada. Juan comienza un enfado consigo mismo por no poder vencer y adaptar el nuevo día.
El cansancio acumulado se nota en su bajada de escaleras, no es el mismo vigor de todas las mañanas es lento.
A Juan le viene la imagen de un lagarto y se siente parecido, no saca la lengua pero casi, en la subida de la cuesta de su casa. El autobús acaba de doblar por la esquina. Tiene que esperar un cuarto de hora más.
Mira a un punto fijo y se queda hipnotizado. No aparta la vista mientras su mente esta relajada, buscando el equilibrio del descanso.
Por fin llega el transporte más lleno de lo normal, elige fundirse en una barra, para seguir en su estado de trance.
Nueva subida de calle en cuesta y llega a su destino. No se encuentra con ningún compañero, por lo que sigue aletargado. Enciende el flexo de su despacho, hoy no quiere luz superior, instalando en su silla.
Con parsimonia abre su ordenador y dieciocho correos esperan respuesta. Como de una crisálida, no termina de abandonar su capullo de seda, tal vez porque no espera transformación o metamorfosis. Seguirá siendo el mismo.

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