Juan
ha conseguido un dinero extra, esté acto le sugiere ser más libre.
Tener más poder elegir, cosas que no suelen estar al alcance de sus
posibilidades.
Por
su cabeza pasan mil pensamientos en torno a como emplear ese poder
adquirido. Algunos, según vienen se van, otros se van madurando. Su
cabeza bulle. Parece como si hubiera adquirido un problema en vez de
la buscada libertad, proporcionada por la entrada de ingresos.
El
día de asueto se le pasa valorando cual es la opción que escogerá.
Nota como el bolsillo ardiera y surge la necesidad de sacarlo fuera,
para no crear esa quemadura, generadora de dolor.
El
domingo pasa y su cabeza a generado tantas cosas que no ha
desconectado, mañana volverá a la rutina de su trabajo, para
obtener su salario empleado en comprar los bienes básicos. Cae en la
cama frustrado por no haber elegido el destino de su remuneración.
A
las siete de la mañana suena el despertador. En rápidos movimientos
apaga el mismo y da un giro para salir de esa parcela nocturna.
Inicio de su rutina matinal.
Juan
se siente más poderoso pero la duda es ¿de qué? Llega a su
rutina, saluda a sus compañeros e introduce datos atrasados en las
plantillas del ordenador. Archivando las notas pasadas en un
ordenador. Juan vive relativamente bien con su rutina pero ahora ha
surgido un problema con la llegada de ese dinero demás con el que no
se contaba.
Se
ha pasado el día y medio de libranza y no ha conseguido dar el
empleo necesario para sentirse mejor.
Piensa
aplazar la decisión aunque el bolsillo empiece a echar humo y la
piel comience a tomar un color rojo de inflamación. Pero no quiere
volver a emplear más tiempo en una decisión que no sabe gestionar.
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