En el autobús van Ayuca y
Antonio. Ella parece que lleva la dirección de la pareja e incluso alza la voz
en alguna ocasión.
Ayuca llego allende los mares y
quiere hacerse un hueco en estas tierras extrañas. Sabe la posibilidad de
encontrar un hombre solo y que le solucione su vida. Trabaja cuidando ancianos
interna. A penas consigue un salario digno que envía a su familia. El paso de
los años también la va marcando, ya no es la joven desenvuelta que llego
buscando su oportunidad en la vida. En el círculo de sus amigas han optado por
la vía fácil. Tener una relación con un soltero mayor y casarse, pera obtener
una renta económica y una posible pensión, en caso de fallecimiento.
Antonio está solo, no tiene ni
amigos ni familia, por ello la llegada de Ayuca a su vida supone una lotería. Pero
ha forjado un carácter huraño, donde nadie le tiene que dar lecciones de vida.
Ayuca le dice lo que tiene hacer,
los domingos, salir con los amigos, hasta la hora de la comida. Antonio responde
hasta cuatro veces que él no tiene amigos, para luego remachar con un, ni
familia. Manifiesta abiertamente su posición en su día a día.
Los ojos llorosos intentan buscar
una comprensión en ese ángel venido más allá de los mares.
Ayuca no esta hoy sentimental y
le dice lo que tiene por hacer.
Antonio pasa un brazo por detrás
de su cuello pero no llega a ser un abrazo sino la posición de un apoyo,
consciente de lo que no tiene.
Ayuca es consciente de su perdida
de lozanía, pero siente el descuido de su acompañante, conoce como hay que
marcar las partes de dominancia para hacerse imprescindible y reina de un piso y
los pocos ahorros que cuente.
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