-Algún día enterraste tus
recuerdos, sin darte cuenta de la forma en que lo hiciste. Creíste haberlo
hecho en el lugar conveniente y con la suficiente tierra para hacerlos
desaparecer. Pero el viento y el agua les descubrieron y ahora, te persiguen
como la basura no recogida. Así le plantea Juan a Inés su situación actual.
-Yo creí que era suficiente.
-Ahora te das cuenta que no lo
hiciste adecuadamente.
-Entonces es necesario echar un
camión de hormigón para lograrlo. Contesta Inés.
-Más que los materiales son las
formas. Los recuerdos torturantes pueden modificar nuestra manera de pensar y
de comportarnos. En un entierro, tarde o temprano se descubrirá lo tapado, por
ello digo lo de realizarlo correctamente. Te voy a proponer una cosa, escribe
en una hoja todo lo que te paso, con las emociones que sentiste entonces, plásmalo
en letras. Una vez escrito, reléelo por si tienes que poner alguna emoción más.
Luego, toma una fuente y quemas la página. Según vas viendo como arde notas una
liberación, tus pulmones se vacían, para tomar aire nuevo. Tienes que sentir
como el humo se lleva la emoción, solamente entonces notaras que ya no podrá
ser reconstruido, porque se ha convertido en etéreo. Vences.
A veces tenemos que hacer cosas físicas
para, auto demostrarnos, el poder realizar cosas nunca pensadas. Tal vez, sea
como un bastón, que necesitamos en un periodo o circunstancias de la vida pero
no que forme parte de nuestra integridad.
-Lo planteas muy fácil, Juan.
-No te creas lo que te digo, experiméntalo,
si el resultado es bueno lo habrás logrado tú. Ello te dotara de una seguridad
que creías no tener y sin embargo siempre has tenido. Inés quien complicamos
las cosas, somos nosotros mismos, los autores y constructores en nuestra vida
somos cada uno.
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