Es difícil entender las posturas
individuales, en un mundo de globalización, donde todos actuamos de una manera
predecible, a pesar, de los casos aislados, auténticos actos noticiables. De
estos que solo buscan comparar para entender la dirección del colectivo.
Cada persona busca diferenciarse
de los demás, como una característica personal, hasta se tatúan en su piel,
formas o figuras, en teoría diferentes.
Al final solo son matices, que
confluyen en la avenida única.
Siempre hay calles o sendas
paralelas, a la misma, pero el sentido es el mismo.
Una vez perdida la identidad
personal, el trabajo consiste en desarrollarla para encontrarse bien con uno
mismo y encontrar nuestra propia vida.
La tarea se muestra complicada,
pues salir de la manada te lleva a trastornos de soledad y de falta de “seguridad”,
la palabra que salta las alarmas y produce un no alejamiento de la gran calle.
Descubrir los matices, olores,
sabores de lo que rodea a la misma es el plan dirigido a solventar tu día a día.
Donde lo extraordinario es sentir, de otra manera, a la convenida. No es que
nadie se convierta en el líder salvador, es una necesidad de guía para no saberse
perdido, donde el sentido esta en cualquier lado, no es necesario recurrir a
otros paraísos.
Descubrir el brote de una planta,
el nuevo movimiento de un niño, el despertar del día. Son aventuras y estímulos
suficientes para entender esas formas personales. Todo esto da el matiz
suficiente de encontrarse mejor, a pesar, de sentirte uno más entre la
multitud.
Donde el mundo unificado tratara
de ser uno, pero sabiendo como la opción de las personas que lo componen, hemos
elegido este camino entre todos nosotros y, sin embargo, nos molesta tener a
otros a nuestro lado, las paradojas de nuestro camino, también existen.
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