El día se abre, muchas veces,
como se cierra. Piensa, Juan y no es por su participación en él, sino
precisamente su ausencia en el mismo.
Juan reflexiona sobre los días y
llega a la conclusión de ser dígitos, por ello, no importantes. Ni si quiera, a
la hora de dormir hace un mínimo análisis de lo acontecido. Esa crisis interior
lleva a un estado anodino, bastante pernicioso. Pero por lo que sea, hoy va al
trabajo de otra manera, dibuja una sonrisa en su boca, abre los oídos, mientras
la piel se muestra con los poros sensibles.
Juan sabe que los números son
abstractos, por ello intangibles y quiere convertir su vida en algo vivo. A
pesar de ir en el mismo medio de transporte, encontrarse los mismos datos y las
mismas personas desarrollando su trabajo.
Sus compañeros perciben el cambio
y preguntan si le ha tocado la lotería. Juan responde que si pero no
materialmente. Sus gestos no pasan desapercibidos y se hacen centro de miradas.
Sin quererlo pasa a ser protagonista de una obra, no representada desde hace
mucho tiempo. Sin quererlo, está cambiando su entorno próximo y por tanto el
suyo.
Juan respira de otra manera, ya
no es la persona que camina sino es caminante, aun pareciendo lo mismo no es
igual. Esta llenando de vida, un espacio, donde solo había sido etéreo. Solo
espectador, donde la vida pasa una sola vez y se despide para no volver. Una
vez recibido el mensaje la decisión solo esta en cada persona donde faculta su
libertad de elegir.
Juan sabe que es fácil, dejarse
ir y caer en lo mismo, en eso que te lleva a un tedio a un mero espectador en
medio de un jardín o un bosque. Donde las maravillas están al alcance nuestro.
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