lunes, 22 de mayo de 2017

EL PAÑUELO LLENO DE LAGRIMAS







La mirada, profunda de Marina, se esconde entre los restos de pintura de sus ojos y las abultadas bolsas. Quiere seguir escudriñando las escenas que suceden a su alrededor. Unas lágrimas aparecen en sus lagrimales, convirtiéndolos en vidriosos. Respira con dificultad va sentada, en un vagón  del metro. Nadie aprecia su fatiga, todo el mundo tiene algo que hacer, como para observar quien esta a tu lado.
Marina acompasa los movimientos de su cuerpo para dar un respiro a la tensión interior. Sus piernas arqueadas quieren conseguir la verticalidad, para ello, se ayuda de la barra lateral y con paso lento alcanza la puerta de salida.
Un moño recoge su blanco pelo y la curva de su columna le impide volver a ser aquella mujer esbelta, de otro tiempo.
De su rebeca saca un pañuelo, con intención de secar las lágrimas, pero esta tan húmedo que no hace nada más que restregar, lo que tiene consecuencia con la pintura negra de sus ojos.
No escucha pero conoce el camino, solamente, por las veces recorrido.
Entra en una cafetería para tomar una tila e ir al baño para recomponer su cara. La lava y seca para quitar las manchas. Los surcos marcan las huellas de la edad. Echa la infusión en una taza y espera para poder tomarla. Pasados quince minutos sale a la calle reconfortada y un poco más tranquila, pero al salir olvida donde iba. Trata de recordar pero ignora la respuesta.
Marina piensa volver a casa, ¿pero, como? No sabe que hacer, está en medio de la acera e ignora el camino de regreso. Unos policías municipales pasan hacía la cafetería, Al ver el temblor de la mujer la preguntan si le sucede algo. La respuesta es rápida, “estoy perdida”. Abren su bolso y encuentran  la documentación personal.

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