Cuentan que un elefante, de
pequeño fue atado por una cadena a una estaca, como su cuerpo era infantil no
pudo liberarse de la trabadura. Con el tiempo aprendió el seguir atado y no
poder, a pesar que su cuerpo se hizo más y más grande y poderoso. El
pensamiento se instalo en su cabeza hasta su muerte.
Jaime leyó esta historia y
entonces comprendió como los pensamientos limitantes crean, a su vez,
limitaciones.
Se puso a pensar en cuantas cosas
creía no ser capaz de desarrollar. Las fue anotando y comprendió la realidad de
su vida.
La lectura de un cuento fue el
desencadenante de una realidad. Una vez descubierta la causa es posible
enmendarla pero ¿Cómo?
Jaime tiene un amigo llamado
Juan, no tiene carrera alguna pero sus consejos son tan certeros que decide
acudir a él.
Jaime relata el cuento del
elefante encadenado y como escribió todas cosas que no creía poder hacer.
Juan elogia el buen trabajo
desarrollado y le muestra como ha conseguido lo más difícil, es la identificación
del problema y, como consecuencia, va haciendo unas barreras en el espacio de
nuestras capacidades personales. Como si fuera limitando el campo con cercas,
estás impiden ir de un lado a otro y la consecuencia, de sentirse encerrado,
incomunicado, a pesar de estar al aire libre.
-Si tú eres capaz de saber que
todas esas vallas, las has creado tú, no existen, has creado tu propia celda
con el “yo no puedo”. El mundo es un espacio abierto, las limitaciones las
ponemos nosotros, con lo que conlleva. Indica Juan. Has sido capaz de mostrar
tus limites es momento de replantear el área de otra manera, mucho más sencilla
y libre. Sin necesidad de invadir espacios de otras personas, esta sería la única
limitación o frontera delimitadora.
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