Juan acude a la consulta de un
dentista. Llama a la puerta de entrada y una muchacha joven, le recibe dando
las buenas tardes e interesándose si tiene cita previa.
Juan afirma que a las cinco tiene
una. Le pasa a una sala de espera donde aparecen cuadros de dientes animados,
sobre la mesa baja un grupo de revistas, a su alrededor unos sillones de casa,
reciclados o de segunda mano. Es pronto aun faltan diez minutos. Está nervioso,
deambula por la habitación, intentando estar tranquilo, pero sus nervios van en
aumento. Comienza a hacer muecas y golpea sus manos. Se oye el ruido del torno
dental, sin ser tapado por el hilo musical. Su cita será cuando termine con el
otro paciente. El sonido combinado le vuelve más nervioso.
Comienza a hacer cosas
irracionales, total que más da, esta solo. Una batería de tics, comienzan a
aparecer, pero no intenta detener, pues a nadie le molestan.
El sonido del teléfono, para
pedir nueva cita se oye de la recepción. Intenta leer uno de los folletos de
publicidad dental, pero no consigue mantener la atención ni diez segundos, lo
devuelve a su expositor. Sigue su coreografía inconsciente y absurda sin
conseguir sentarse. Ha pasado media hora y el soniquete metálico ha finalizado
su sinfonía. Se siente cansado y se arroja sobre el sofá provocando un ruido
grande como de rotura, automáticamente se levanta y se dirige hacía una de las
sillas, no varían sus movimientos automáticos y se da cuenta que ha perdido el
control de su cuerpo, toma una revista, pero el pasar hojas es la tónica, como
si fuera un abanico.
Por fin la puerta se abre y le
llaman por su nombre para ir a la consulta, según se levanta observa una cámara
en la parte superior.
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