lunes, 26 de septiembre de 2016

VALORES Y CREENCIAS




Cuando se cambian unos valores o creencias por otras, se defienden hasta con irracionalidades. Sino el resultado es el vació y esté si que da vértigo. Esa sensación de estar perdido produce una desazón, con la que a penas podemos hacer casi nada, pues nuestra mente reencuentra sin base donde asentarse. Fácilmente nos arraigamos a la nueva idea y por tanto la defendemos, como si llevara años con nosotros.
Esa percepción de carecer de sustento, es comparable a un día, cuando te levantas de ese sillón bajo y al levantarte, tu cabeza empieza a girar por lo cual vuelves a la posición anterior, sino caerías de cualquier forma. Por ello es mejor volver a sentarte e intentar que se normalice la situación. Si esto no ocurre entras en una especie de pánico, por no ser capaz de estabilizar.
Si sigue en el tiempo, buscas la posibilidad de pedir ayuda.
Es necesario tener la seguridad de lo que te apoyes sea útil, aunque solo sea una caña. Ahí es donde los valores o creencias nos dan el principio de nuestro ser.
Con ellas podemos caminar, ya sean una cosa tan endeble como una caña o un solidó bastón. Evidentemente cada uno elegimos. Unas que normalmente nos son dadas y las asumimos como normales, salvo alguno que evoluciona y las cambia. Le miraremos con ojos de trasgresor y por tanto de loco. Se está apartando de los valores generales, esos que producen la estabilidad de un sistema que muchas veces hace aguas. Y sin embargo lo defendemos como un pedestal para defender, del ataque de los otros.

Aquí puede estar el motivo por el que los cambios nos resistamos a hacerlas, por la sensación tan desagradable que puede producir el aturdimiento que genera la inseguridad, ante eso oponemos la resistencia de inmovilidad.

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