Juan sale de casa temprano, ha
quedado con Alberto, pero se va deteniendo en diferentes sitios del recorrido,
es como si el espacio observador se hubiera colocado dentro de él. De primeras
fue un grupo de gorriones que son sus pequeños trinos querían minimizar el
tarugo de pan duro, la lucha por poder obtener parte de su comida es nerviosas.
Juan se aproxima y con su suela reduce a polvo o cachos más pequeños, luego
sale del lugar para que puedan llegar a tomar su parte. Lo observa desde la
esquina, como de uno a uno van bajando para obtener su parte. Juan se siente
satisfecho.
Más adelante un hombre aparca su
furgoneta de reparto y comienza a sacar sacos de harina con destino a la pastelería.
También observa como los amontona en la carretilla. Unos cincuenta metros
arriba un furgón que transporta de dinero se para en la sucursal bancaria. Los
empleados miran varias veces a cada lado y realizan su función.
Así va demorando la llegada a la
casa de Alberto. Que le espera con una infusión humeante, junto a la ventana
del salón. Juan le describe su recorrido y le comenta que en nuestra vida
suceden muchas cosas, como la yema del árbol frente a su casa. Y por prisas,
dejamos de ver todas las cosas que nos rodean.
Toma la taza entre las dos manos,
para sentir el calor que le falta a la mañana, mientras que Alberto, comenta,
mientras le esperaba que ha estado colocando papeles, que nunca encuentra
tiempo para hacerlo. Con lo cual está de
acuerdo con el tema de la prisa. Esa que hasta lleva a alguna carrera para
cruzar la calle y no perder tiempo, esperando que la luz vuelva a cambiar a
rojo.
Toman, la infusión
sintiendo su aroma
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