lunes, 12 de septiembre de 2016

LA MAÑANA




Juan sale de casa temprano, ha quedado con Alberto, pero se va deteniendo en diferentes sitios del recorrido, es como si el espacio observador se hubiera colocado dentro de él. De primeras fue un grupo de gorriones que son sus pequeños trinos querían minimizar el tarugo de pan duro, la lucha por poder obtener parte de su comida es nerviosas. Juan se aproxima y con su suela reduce a polvo o cachos más pequeños, luego sale del lugar para que puedan llegar a tomar su parte. Lo observa desde la esquina, como de uno a uno van bajando para obtener su parte. Juan se siente satisfecho.
Más adelante un hombre aparca su furgoneta de reparto y comienza a sacar sacos de harina con destino a la pastelería. También observa como los amontona en la carretilla. Unos cincuenta metros arriba un furgón que transporta de dinero se para en la sucursal bancaria. Los empleados miran varias veces a cada lado y realizan su función.
Así va demorando la llegada a la casa de Alberto. Que le espera con una infusión humeante, junto a la ventana del salón. Juan le describe su recorrido y le comenta que en nuestra vida suceden muchas cosas, como la yema del árbol frente a su casa. Y por prisas, dejamos de ver todas las cosas que nos rodean.
Toma la taza entre las dos manos, para sentir el calor que le falta a la mañana, mientras que Alberto, comenta, mientras le esperaba que ha estado colocando papeles, que nunca encuentra tiempo para hacerlo. Con lo cual  está de acuerdo con el tema de la prisa. Esa que hasta lleva a alguna carrera para cruzar la calle y no perder tiempo, esperando que la luz vuelva a cambiar a rojo.
Toman, la infusión sintiendo su aroma

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