Ali es un muchacho africano,
llego aquí hace cinco años en una patera, su condición de tener la piel negra. Es
una traba para conseguir la normalidad en su vida en un país extraño, donde las
oportunidades están para pocas personas, no como la imagen que le habían
ofrecido en su sueño europeo. Su llegada no fue ni siquiera por la puerta de atrás,
sino por donde se saca la basura. Ha dormido en la intemperie protegido por
cartones, ha comido restos de comida, obtenidos de contenedores de desechos. Solo
la comunicación con otros en su estado de exclusión, le han permitido vestirse
y dormir en una cama.
La marginalidad le ha ofrecido
poder obtener dinero de una manera fácil, pero el miedo a la policía y la
expulsión del país es tan fuerte, su respuesta fue desestimarla.
Pero el alcohol, le ha dado un
punto euforizante, por sentirse bien. Y el dinero que obtiene por pequeños
trabajos se emplea mayormente, en la compra del mismo, la comida escasea en su
dieta y su delgadez va en aumento.
Ali se va convirtiendo en una
penumbra que es el paso siguiente al de la sombra. Y comienza a retar a toda
persona que no es de su color, como un enemigo a batir. Por ello reta a una
pelea a cualquiera. Se le ignora pero molesta. Se le ve como el pobre loco, que
apenas puede sostener la verticalidad de su cuerpo.
Un día, un rudo visitador de
gimnasios acepta su oferta, con ganas de divertirse a costa de alguien que
cuestiona su forma física. Al salir del metro, aprovechando que hay poca gente
y el manto de la noche, comienza a recibir golpes, sin dar defensa, solo el
brotar de sangre de las diferentes partes de su cuerpo. Ali fallece.
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