Normalmente perdemos la perspectiva
de nuestro ser, somos humanos y vivimos con otros que nos ayudan en nuestra
vida. Dentro de la categoría de sociales, gracias a la labor de cada uno de
nosotros, nuestra vida es posible. Desde los albañiles que construyeron
nuestras casas, hasta los agricultores pues plantaron nuestra comida, los
transportistas, los expendedores, todas las personas que facilitan nuestra vida
y sin embargo nos afanamos en buscar gente que nos fastidia la vida. La única
referencia encontrada es quien nos rompe nuestro estado de bienestar.
Puede ser que sea el uno por
ciento de nuestra vida, pero lo colocamos en primer lugar olvidando el resto,
todo aquel que facilita nuestra vida. Nuestro gesto al pasear se hace duro, de
circunstancias. La seriedad aflora en nuestras caras como estatuas donde no hay
más luz que la que aparece en una sonrisa, ocurrida de cuando en cuando.
Es un uniforme por el cual
transmitimos nuestro estado de ánimo, curiosamente coincide con el resto,
noventa y nueve por ciento, de seres
humanos.
Va siendo el momento en producir
la transformación y sentir que tenemos un montón de cosas por las que debemos
sentirnos contentos, felices. No hay que hacer cosas extraordinarias. Tan fáciles
como sentir el día en si y en cualquier lugar en que nos encontremos.
Cuando volvemos a nuestro ser la
cosa cambia, dejamos todos los estereotipos que se han fijado como una lapa y
son la razón de nuestra conducta, pero siempre, porque lo hemos permitido
nosotros.
Nadie tiene el poder de darnos la
felicidad, podemos estar en paisajes idílicos pero de que sirven si tenemos una
capucha en la cabeza.
Si buscamos enemigos los
tendremos por todas partes. Si buscamos compañeros de viaje, también los
tenemos a nuestro alrededor. No hay que realizar nada extraordinario. Vivamos.
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