miércoles, 28 de septiembre de 2016

EL REPARTIDOR DE PROPAGANDA





El repartidor de propaganda estaba en el lugar asignado por la confluencia de gente y entregaba la publicidad.
Su cara muestra una sonrisa y con la entrega del papel siempre tiene unos buenos días.
La respuesta de los  paseantes es muy diferente, desde los que rodean para no tener que recibirlo, los que agachan la cabeza ignorando a quién ofrece, los que la reciben y dan las gracias, siempre los menos y algunos que repiten el saludo.
Juan lejos de cambiar su presentación, sabe que tiene que seguir haciéndolo, lo que hagan los otros será un problema de ellos. Solamente la sonrisa de una persona valdrá por todos los desprecios recibidos.
Juan sabe que si en vez de un folleto diera una muestra publicitaria se formaría una cola ante él, y utilizarían cualquier argumento para obtener otra u otras más. En plan acumulativo. Incluso irían directamente a las cajas en un intento de asalto por conseguir el botín.
Pero en esta mañana Juan se conformara con la sonrisa que sale del corazón de esa viejecita, encorvada y con gafas dando la gratitud por recibir el papel que ni si quiera leerá. Pues el consumo para ella, llega fuera de tiempo.
Se siente bien pagado con la actitud recibida ignorando la mala educación de la mayoría de personas, que ignoran un deseo por la prisa impuesta en cada uno de ellos. A todos los lugares hay que llegar pronto para acumular horas frente al televisor o en el banco de la calle.

Juan sabe que nos vamos deshumanizando para convertirnos en otra cosa más impersonal, avance de la intolerancia, frente al sentimiento que cada vez se va perdiendo. La rueda pierde aire y llegara el momento en que moverse será una tarea muy difícil. Por eso sabe que tiene que cambiar.


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