Una vez, a un hombre se le
redujo, en un laboratorio hasta un tamaño veinte veces inferior al normal. Se
quería ver el comportamiento de los seres humanos en situaciones diferentes. La
elección del individua era fácil, alguien que nadie notara su perdida y por
tanto sin reclamaciones ante un experimento tan poco ético. El elegido fue
Juan, como no. Un hombre que con el paso del tiempo ha perdido todo cuanto
poseía tanto material como emocionalmente, se refugio en el alcohol, con una
desesperanza mayor. Ante el ofrecimiento de dos personas del experimente por
una cifra de dinero deslumbrante no lo piensa, no tiene nada que perder. No se
le explica en que consiste pues es un don nadie. Solo el dinero le produce un
futuro sin estrechuras y hasta con casa propia, como antes de empezar sus
problemas.
Los experimentadores no tienen
ninguna intención de pagarle nada y apenas saben de resultados. Se trata de
experimentar y si falla se busca otro sujeto que ocupe el lugar de Juan y la
vida sigue. Las conciencias se perdieron tras una esquina, solo el crear una
nueva civilización con requerimientos veinte veces inferiores es un objetivo a
tener en cuenta.
Ponen en marcha el proyecto y
Juan abandona este mundo. Una disolución química hace desaparecer el cadáver y
hay que buscar uno persona nueva. Objetivo fácil, ahora es Manuel. Se ajustan
los equipos para no volver a fallar, se le promete lo mismo y acepta.
Errores mínimos, hacen que Manuel
fallezca también y su cuerpo y pertenencias desaparezcan.
El laboratorio sigue con los
mismos objetivos y principios. Detrás hay empresas que han aportado mucho
dinero. Puede ser la salvación de la especie humana. Material de
experimentación también es sencillo a cuenta de nada. El proyecto del ochenta
menos, sigue adelante.
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