Según camina por un territorio,
hostil casi desértico, le vienen a su cabeza, ideas de volverse y dejar la
experiencia que ha iniciado el día de ayer. Juan quiso sentir el silencio y la
carencia, dentro de lo poco que acumula en su mochila, solo sabe la dirección
que tiene que tomar y estar durante tres días en un paisaje no acostumbrado a
una persona de un medio urbano. Cuenta con agua que tiene que racionar, comida
y un saco de dormir. Cada paso eleva una pequeña nube de polvo. Las pequeñas
plantas alrededor están teñidas del polvo circundante y solo se distingue algún
árbol, que no sobrepasa el metro de altura.
Juan ha decidido a probarse a si
mismo en unas condiciones duras para saber como responde su organismo y su
mente ante este desafió.
Lo primero que se le presenta son
las dudas si será capaz de superarlo, para pasar a los miedos que le asustan y
llevan su mente a abandonar y volver a su territorio conocido.
Hoy es un día con aire con lo
cual busca refugio entre la orografía y espera la finalización, evitando que
sus ojos se resientan.
Sus oídos se acoplan a los
sonidos naturales y se hacen más finos, buscando unos que sean conocidos, pero
el viento como un corazón, va azotando o soltando su fuerza, produciendo una
vibración.
La piel siente la presión de la arenilla
suelta, la boca se reseca.. En la oquedad del terreno guarda sus fuerzas,
mientras en cielo se cubre de nubes.
Cada minuto se hace más fuerte
sintiendo que va superando su prueba, venciendo a pensamientos recurrentes de
abandono.
Juan se encuentra a gusto de todo
lo que le rodea, incluso disfruta del pequeño cactus que esta a su lado. Acariciando
sus espinas con gran delicadeza.
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