Juan se encuentra con Marta, su
amiga a la que no ve desde hace bastante tiempo, no han tenido contacto durante
mucho tiempo, ni siquiera telefónico.
Pero han coincidido en la calle.
Lo cual les llena de satisfacción.
Quieren contarse muchas cosas de
este periodo de tiempo pero para ello eligen ir a una cafetería, donde se harán
un resumen de su vida.
La conversación es curiosa,
porque cada uno cita este periodo de tiempo, pero marcando por la forma de ser
de cada uno. Es una justificación porque han actuado de esta manera.
Juan deja que Marta se exprese y
luego toca su turno. Que tiene la misma tónica,
En un momento paran de hablar,
como si se lo hubieran contado todo. Y surge el silencio, los ojos se buscan
pero no se encuentran, hay mucho ruido, Juan la pide que la acompañe a
presentar unos papeles, de esta manera rompen el no dialogo. Marta acepta,
mientras percibe la herida en el brazo de Juan, se interesa por ella y de nuevo
la comunicación se instala. Parece como si se hubieran desahogado y el siguiente,
ahora qué.
Luego acompaña a Marta donde
tenía que ir y terminan cenando juntos. Pero en medio de la cena vuelve a
surgir el callar que se prolonga hasta la despedida.
Se emplazan para verse otra vez,
pero la duda surge, en ambos, ¿para qué? Es la sensación de dejar ir un barco
que sentiste pero ahora no te dice absolutamente nada, representado por la
incomodidad de los espacios sin palabras. Que llenan los espacios en monólogos
sin palabras, por tanto de incomodidad.
Juan se ha dado cuenta que será
la última vez que se vean. Igual que Marta siente el espacio agotado, el
dialogo se quedo en relatar experiencias pero sin escenificar, sosas.
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