Al levantarse, Juan, trata de
ubicarse después del espacio onírico, tarea difícil cuando la noche anterior la
has ampliado con la excusa del cumpleaños de su amigo José.
Toca levantarse para ir al
trabajo pero los ojos siguen con las adherencias de querer seguir entre las
sabanas.
Pero el agua fresca invita a
salir de ellas. Apenas desayuna pues la cena fue copiosa y apenas se ha
metabolizado. La ingesta de alcohol fue otro de los motivos. La radio le ayuda
a situarse y la música, le sugiere un nuevo decorado. Ya solo es dejarse llevar
por la rutina de movimientos expresados durante tantos días y dejarse mecer con
los movimientos del tren suburbano. Curiosamente, la oficina sigue en el mismo
lugar que ha tenido durante años, por ello no hace falta iniciar búsqueda. Su
mesa sigue atestada de informes que tiene que resolver y sin sentarse llega una
nueva tanda.
El objetivo es ir sacando de
abajo a arriba y registrarlos. Tarea rutinaria donde tiene poca capacidad de
improvisación. Solo los comentarios de los compañeros hacía sus ojos rojos,
vidriosos. Pero que se reflejan en otros compañeros que también asistieron a la
celebración.
Los encargados están nerviosos
por la junta que tuvieron ayer, siempre es importante sentirse preocupados para
dar una imagen de trabajo superior a quien tienen por debajo, tienen menos
responsabilidad. Ellos se sienten más importantes con la labor que realizan y
por ello no pueden estar para bromas, seria, como perder el tiempo, no se les
paga para eso, es el pensamiento que les domina. Y que les separa de los otros compañeros
operativos.
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