Dicen que de las discusiones están
los entendimientos. Normalmente, no ocurre así, pues lo único que ocurre es
posicionarte en tus argumentos para darles más fuerza y sentido que antes.
Juan sabe esto y trata de aplicar
técnicas orientales para contrarrestar el vendaval. Y que este no se convierta
en huracán. Juan eligió ser pacificador de parejas y de disputas entre vecinos.
A él se recurre cuando las partes no llegan a un acuerdo. El problema surge, de
como no ponerse de parte de un litigante cuando se percibe que lleva razón y
que la otra persona no crea que se coloca de parte de el otro, con lo cual la
conciliación se rompería.
Ha desarrollado una forma de
sentir sin juzgar, deja hablar pero sin la necesidad de juzgar, pues no es
adivino, sino tiene la visión de cada persona. Su habilidad consiste en
sugerir, posiciones que de ninguna forma pueden salir de una forma natural,
pero en las dos personas, por no ser dueño de la verdad absoluta, sino
portadores de una pequeña parte de la misma.
Juan ha visto miradas de odio al
llegar a su salón y comprobar como salen con un abrazo y el compromiso de
afrontar las situaciones de otra manera.
Su fama ha sobrepasado los
limites de su pueblo e incluso de otras ciudades acuden para descubrir como
puede resolverse un dilema, problema o conflicto.
La cadencia de sus palabras, el
tono de voz da una armonía a todo aquel que acude y trasforma la difícil en fácil,
con la prestancia de unos minutos.
Una vez que se pasa los
sentimientos encontrados, se puede llegar a la armonía. Juan así lo sabe y así
lo desarrolla día a día.
Dejo su trabajo, para entregarse
a este y supera día a día está función.
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