Juan
sale a la calle como un espectador, que quiere ver el comportamiento
de otras personas ante determinados hechos. No encuentra el sentido,
en si, de la celebración, como ante un acto deportivo. La gente se
siente alienado hacía uno de los participantes, para ello se colocan
camisetas afines a su equipo, se sienten parte del mismo. Sobre todo
de sus victorias, si se habla de las derrotas la culpa siempre sera
de otros. Por ello necesitan estar en un grupo y cuanto más numeroso
sea, mejor. Camisetas, banderas, cualquier signo identificador con
el equipo, es suficiente para encontrarse grandes, un reloj, el himno de llamada puesto en el teléfono móvil, sera suficiente para ser
parte del grupo, contra más personas se unan a él, mejor, así
tendremos la seguridad de haber elegido bien.
Si
lo extrapolamos a la política, también ocurre el mismo efecto y que
mejor que si es a la marca de tabaco, de alcohol y cualquier cosa que
nos acerque a otros, aunque sea en el consumo.
Al
cruzarse con grupos que no son afines, intentan poner su cara de
descontento, la molestia de tenerles cerca. Son personas con las que
no compartes, olvidándose que ingieren el mismo agua, respiran el
mismo aire y hasta comen las mismas cosas, aunque sea de forma
diferente.
Juan
es consciente de todo esto, quiere conocer el lado divertido o el de
la sinrazón, del comportamiento humano. En su principio de encontrar
lo que te diferencia con las demás personas.
El
aislamiento es cada vez mayor y sin embargo seguimos levantando
paredes, Juan así lo siente, pero no logra encontrar la razón
última de este comportamiento, tan aislante e individualista, en un
hombre que necesita de la sociedad para poder vivir. Desde abrir el
grifo de agua hasta poder comer.
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