Una vez más, se levanta de su silla y va a recoger, los
platos y vasos de la mesa de comida. El resto de comensales, se entretiene
cogiendo el teléfono y escribiendo mensajes de lectura automática.
Juan se encuentra, hoy cansado. Pero antepone su reposo a su
obligación, por supuesto creada por él mismo.
Ninguno de sus hijos se levanta a ayudarle o a iniciar el
lavado de los utensilios, Según se dirige a la cocina tropieza con la silla y
el ruido, producido por la rotura del menaje, Juan se da contra el borde del
armario y como consecuencia comienza a sangrar de la ceja. Ya por fin abandonan
las tareas de su medio de comunicación y se levantan para ayudar al caído. Mientras
unos recogen los rotos, dos se ocupan de llevarle al baño para empezar la
limpieza de las heridas.
Juan no puede evitar la cara de cansado, con una cara llena
de sangre. Tras contener la hemorragia. Juan decide tomar una ducha para quitar
los restos de sangre coagulada. Al sentir los chorros de agua cayendo sobre su
cuerpo, siente una liberación, de un peso que se cae. El vapor del agua termina
de aportarle la temperatura necesaria, para encontrarse bien.
Va hacía su sillón y sigue con su fase relajatoria, toma el
libro que ni comienza a leer, pues sus ojos se entornan para buscar el
descanso. Los comensales ya se fueron en busca de sus obligaciones, a pesar de
ser festivo, que cada uno ha contraído. Cuando un reloj indica la hora en
punto, observa, las diez. Busca de nuevo el baño para dar paso a su habitación,
donde seguirá con su recuperación física.
Hoy no preparara cena, mañana tampoco hara la comida. Algo
ha cambiado en él, Será la herida o el cansancio.
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