A
pesar de que todo está perdido, las inclemencias atmosféricas han arruinado el
proyecto agrícola, la ilusión de los tres jóvenes agricultores. Habían
conseguido los canales de distribución de la cosecha no recogida, pero si
planificada. La tormenta de pedrisco ha dejado las plantas perforadas, ha siso
como un jarro de agua fría en un día de invierno.
Se
reúnen los tres para ver el destrozo y observan que solo una docena de plantas
llegaran a término, comparadas con las dos hectáreas, se resume en desastre
total.
La
inversión no ha sido muy grande pero si el trabajo desarrollado. Han puesto en
experiencia un cultivo que no se da por esas tierras. Investigaron por varios
sitios la viabilidad del mismo y vieron que era posible. Así que se pusieron en
marcha.
Al
ser tres personas hubieron muchas diferencias pero su objetivo era claro, sacar
su idea a flote y así fueron venciendo resistencias hasta ver que estás se
solventaban, sin demasiados problemas.
Ahora
han llegado los imprevistos, como esta tormenta. Y lejos de desmoralizarse, por
otro lado tenían un seguro que respaldaba una parte. Se dieron cuenta que su
esfuerzo era seguir el desarrollo de esas plantas que habían sobrevivido. Serán
las que les enseñen la adaptación al lugar de cultivo.
Creían
que había que sacar el aprendizaje de la experiencia con esos seres vivos y fue
su banco de experimentación. Ellos eran neófitos en el aspecto rural y todo lo
habían calculado a base de números, mesa y ordenador. Les faltaba el aspecto
práctico, del que se fueron asesorando antes de la plantación. El resto de
agricultores les miraban por encima del hombro pues consideraban que lo mejor
era el cultivo de cereal que siempre se había dado en la zona, pero esperaban
resultados para iniciar el nuevo camino.
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