El
coche de Ana se niega a arrancar, quizás lleve dos semanas sin moverse, esa es
la explicación que encuentra, la batería no lleva ni un año. Pensamientos que
se le acumulan ante la frustración de no poder hacer uso de él.
Al
ir con el tiempo justo, con el tiempo que ha perdido intentando ponerlo en
funcionamiento, llegara tarde a su cita. Empieza a sentir tics en su cara,
movimientos no deseados, pero que son un reflejo de su preocupación. No tiene
el teléfono de la persona que quedo. Lo cual le hace saltar, aún más, las
alarmas.
Ana
va en busca de un taxis libre, pero al ser una hora punta, todos van ocupados.
Su pensamiento está en que parece que hoy todo le va mal.
En
su búsqueda tropieza con un saco de escombro que esta puesto en la acera,
originando una caída que le hace erosionarse la pierna con lo cual se produce
una rotura de media y el correspondiente sangrado. Para ello pide permiso en un
bar para ir al servicio. Donde trata de recomponer el daño sufrido, lava la
herida y se seca con papel higiénico.
Agradece
al camarero su ofrecimiento y sale deprisa en busca de un vehículo libre. La
tarea sigue siendo infructuosa sigue moviéndose y una señal de tráfico, que
debe estar en movimiento es quien impacta con su frente. El golpe es doloroso,
quedando conmocionada, en seguida un grupo de personas se arremolina a su
alrededor interesándose por su estado. Comienza a decir frases inconexas, y
alguien sugiere llamar a los equipos de urgencia. Que no tardan mucho y deciden
llevarla al hospital en busca de daños más profundos.
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