Juan lee en un libro que para
poder juzgar a una persona había que calzarse sus zapatos. Todo un símbolo de
una trayectoria por la vida de cada individuo, solamente así se puede dar un
veredicto sobre la el recorrido de esa persona.
Juan reflexiona sobre esto y comprende,
la ligereza con la cual hacemos esta acción cada día. Sin saber a penas nada de
esa persona. Lógicamente si sentenciamos a ese ser, nosotros estamos muy por
encima de él. Lo cual nos da cierta seguridad y estatus ante nosotros mismos.
Al pensar sobre ello, Juan,
descubre un poco los juegos que nosotros mismos realizamos. Como podemos
cambiar realidades y como entramos en mundos desconocidos con resultados muy
diversos.
Esos simples o sofisticados
zapatos nos llevan por sitios muy diferentes donde vamos construyendo nuestra
manera de ser, desde las trastiendas hasta las propias tiendas, desde los sótanos
a los salones. Los zapatos como símbolo de las diferentes fases de nuestras
vidas.
Nuestro caminar, nuestras dudas,
nuestros miedos. Ese calzado que va imprimiendo sobre el material el peso de
nuestro cuerpo, la pisada, el calor y el frió acumulado, en fin como un símbolo.
Juan observa los suyos de color marrón y aunque utilice varios, el significado
es el mismo.
Se podrá tener cien pares o dos,
Juan sabe que el número es lo de menos. Lo curioso es la reflexión de las
acciones realizadas a lo largo del día con un significado ignorado, pero
formador de nuestra manera de ser y la de ocupar dentro de la sociedad, Juan va
aprendiendo día a día, todas esas cosas ignoradas, como una normalidad,
productora de nuevas escenas o de la misma agrandada. Según nuestros
requerimientos.
El libro queda sobre la mesa,
pero la idea cultiva su mente, en un pensamiento compresivo general.
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