Cuando se abre la puerta parece
como si el tiempo exterior, se quisiera adueñar del interior, poco a poco la
temperatura va cambiando. El espacio sigo siendo el mismo, pero la atmósfera va
cambiando. La puerta lleva cinco minutos abierta, como si se esperara a alguien.
Juan la ha abierto para ventilar
esa zona destinada a guardar cosas, por si son necesarias en un futuro. Ese
futuro nunca llega y siguen ocupando un espacio, como el de pensamientos en la
cabeza caducos y estériles.
Al penetrar la luz exterior hace
cuentas de las cosas innecesarias acumuladas en cajas o bolsas en las estanterías
metálicas y reflexiona si ha llegado el tiempo de deshacerse de ellas para
dejar espacio a otras ideas u otros materiales.
Por ello mañana alquilara una
furgoneta para llevar a un punto limpio y dejar que otros puedan utilizar los
mismos, o mejor lo publicitara para que quien quiera pueda recoger lo que le
vale.
Juan comienza a escribir un
inventario, va a fijar el precio simbólico de un euro por cada pieza.
Indica la dirección y el horario
y espera a que llegue el nuevo día.
La nueva jornada empieza, los
primeros buscadores de oportunidades hacen cola en la puerta de entrada, con veinte
euros pueden llenar el coche de cosas. Y como la tienda de las oportunidades comienza
a funcionar. No transcurren ni dos horas cuando todo va desapareciendo.
Curiosamente el primer comprador
que acumula cosas pide una rebaja por la gran cantidad de cosas. Pero el resto
le increpa para que se de prisa. Hasta que deciden saltar el orden y comienzan
a elegir dentro del espacio.
Juan nota una liberación por cada cosa que se llevan sin valorar el
precio de compra cuando eran nuevos. Solo el espacio liberado de trastos acumulados
inútiles.
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