Con semblante serio, como si
fuera su puesta de escena en el medio social.
Su flequillo cubriéndola parte de
sus ojos y unas gafas de sol en la parte superior de su cabeza. Así camina por
el pasillo del metropolitano.
Ana quiere pasar desapercibida y sin
embargo lleva una camisola amarilla y unos pantalones rojos. Son una llamada a los otros ojos pasantes,
junto a ella.
Su delgadez y su baja estatura la
convierten en una más de las chicas de su edad.
Curiosamente su interés por pasar
desapercibida no lo consigue con los colores elegidos. Una carpeta bajo su
brazo indica la procedencia.
Su sensación de fragilidad se
revierte cuando habla por teléfono, un pito altivo y una conversación llena de
palabras manidas, quiere representar una imagen extraña, a la suya propia.
Ana lleva una vida rara, no ha
definido lo que quiere ser en esta vida y con los muchachos en su vida, no la
han ayudado a perfilar su orientación.
Ha repetido este último curso dos
veces. Aunque el esfuerzo es mínimo, sigue dispersa. Su figura huidiza
contrasta con la reunión con sus amigos, ahí toma la posición dominante, como
alguien que quiere hacerse un hueco en la vida.
Ana ha intentado seguir modelos
televisivos, pero con resultado nefasto. Lo cual lleva a un estado actual.
Por la tarde, es viernes, cambia
su indumentaria, no puede seguir llevando la de la mañana. Elige unas mallas
negras y amarillas y una camiseta en los mismos tonos. Parece una avispa o
abeja. Evidentemente no pasa desapercibida. Parece sacada de un día de
carnaval.
No pasara por ser la más fuerte,
ni la más alta, ni la más guapa, pero ella busca su lugar de cualquier manera.
Consiguiendo ser el centro de atención, a pesar de unas malas experiencias
pasadas.
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