Juan decide, un día, cambiar su
cara sería, de circunstancias para poner una sonrisa en su boca. Lo había leído
en algún sitio y quiere poner en práctica el tratamiento.
Es por la mañana, temprano, baja
las escaleras del bloque donde vive. No hay nadie, toma las escaleras pero puso
la sonrisa en su cara nada más salir.
Nada más salir noto el frescor de
la mañana, pero su cuerpo recuerda el frescor del agua en su cara, cuando se
levanta y se despereza, saliendo de su otra realidad. Va pensando en cuantas
realidades existen. Mientras se cruza con personas que reciben su sonrisa, pero
desvían su mirada, hacía el frente o a las baldosas del suelo.
Juan se da cuenta que pasa
desapercibido, como la farola, el semáforo o el coche aparcado, pero también
sabe que su sonrisa no pasa desapercibida en un mundo gris, es una nota de
color con una fuerza de cambio, aunque no se la de importancia. Es como si
donara una semilla a cada persona que pasa cerca de él. Con resultado no
inminente pero si creador. Esa misma base no genera una planta de un minuto
para otro, sin embargo va produciendo circunstancias para que sintamos el mundo
como algo no monocorde, lleno de otra manera de ver las cosas, es una revolución,
no tiene que ser una imposición por las armas o la fuerza lo que lo genera,
sino del sentido de otro mundo es posible.
Juan ha bebido de estas fuentes
por lo tanto va siendo una más. Imprescindible para cambiar la aridez del
paisaje. La tierra siempre ha sido fértil, los cauces de las aguas los hemos
modificado nosotros, piensa Juan, con resultado devastador, para hacerlo han de
sembrarse las últimas plantas para ir logrando las condiciones optimas, del
Eden.
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