Juan sale a pasear tras su
jornada laboral, necesita cambiar de aires. No solo hablar del trabajo, con
compañeros de lo mismo.
Cada vez inicia un camino
diferente al anterior, el día esta nublado. Al llegar a una rotonda paran tres
coches para iniciar una discusión, sobre quien tiene que ceder el paso. Las
palabras suben de tono y se llega al insulto, antesala del confrontación. Dos
se unen en contra del tercero en discordia.
Juan reflexiona sobre la importancia
que tenemos en llevar la razón para poder descalificar a los otros. Comienza a
aparecer los sinsentidos con golpes a la carrocería del infractor. Se
arremolina gente para ver el espectáculo gratuito y sin tener que desplazarse a
ningún sitio.
Juan prosigue su camino, le
molesta es que aparezcan estás reacciones, con resultados demoledores.
Su camino ha sido modificado pues
la idea del desencuentro, entre conductores, sigue en su cabeza, por ello no
disfruta de su paseo. Regresando a casa se encuentra con un vecino, con el que
suele charlar a menudo, y relata lo vivido hace una hora.
Juan ha estado viviendo la escena
intentando encontrar la razón por la que nos movemos los seres humanos, ante
diversas situaciones. No ha acabado de relatar cuando el vecino narra una
similar hace una semana. Lo cual le lleva a pensar el tiempo que prolongamos
algunos pensamientos con la carga emocional que ello conlleva.
Se despide y va hacía su casa,
quiere tomar una ducha fría para cambiar la realidad y sentir como el agua
lleva ciertos pensamientos al desagüe del plato de ducha.
Sentir como algo mental se
transforma en algo físico y poder ser desprendido. Materializar un pensamiento
para poder ser manipulado convenientemente. Realizar esa alquimia con un
sentido purificador y por supuesto de auto dominio personal. Gran proyecto.
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