Juan sabe que va a perder un
dinero en comprar lotería, pero se aferra a la ilusión de conseguir un premio
que le cambie la vida.
El sofá de Juan tiene su forma
corporal y hasta tiene los pliegues característicos en su forma de alojarse en él.
Siempre ha pensado que los
cambios vienen de fuera, nunca de dentro de cada persona. El azar es uno que
marca nuestra vida.
Con está mentalidad, se esfuerza
poco, y tiene poder para quejarse de todo lo que le rodea. Observa los defectos
de los demás con dictamen critico, pero él es una persona más, que esta en el
mundo, recibiendo el viento o el sol que cada día le trae.
Espera, en su interior, un cambio
que le venga de fuera, pero ¿para que? es la pregunta. Cuando Juan no integre
su papel de actor en vez de espectador, es muy cómodo vivir de esa manera, para
estar a salvo de responsabilidades, su trabajo es bastante mecánico, donde no
tiene que realizar esfuerzos en los que tenga que modificar sus relaciones
laborales, comparable a miembro de una cadena de montaje, donde todo esta
organizado, no hace falta improvisación.
Asimila el presente de una manera
mecánica, como parte del auditorio, donde no se formulan preguntas ni debates. Confía
en un futuro incierto que le de una nueva oportunidad en la vida, pero siempre
espera a ser llamado no es autor, solo lector.
Por ello juega a la lotería pero
con el sentido, pesimista, que al final es tirar el dinero, pues no le tocara
nada.
De esa manera el justifica un
esfuerzo, jugar dinero en espera de recibir más, pero con la idea que no lo
lograra. Pues si le tocara solo iba a cambiar en su vida, las cosas materiales,
nada más.
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