Mirando a un lado y ahora hacía
el otro, los ojos de Juan siguen una secuencia sin sentido, mientras esta
sentado, en un banco del parque.
No espera a nadie, no esta
cansado, pero tiene la sensación de relajarse allí, frente a él, una acera que
conduce de un extremo al otro, la longitud del alargado oasis verde.
Madres con carritos de bebe,
donde acumulan bolsas de la compra realizada. Y personas paseando a sus
mascotas, con la intención de darles un poco de libertad, que no tienen en sus
pisos. A la vez que es el motivo para salir del relajo que tienen en sus casas.
La disculpa perfecta para salir.
Juan ha venido del médico para
hacerle unas pruebas y por ello hoy no volverá a la oficina. Por ello se siente
raro, impostor y por ello estar sentado en un banco, siendo un día laborable,
piensa que es imperdonable. Por ello su cabeza busca, cualquier cosa. En el
fondo tiene la preocupación que los resultados de los análisis puedan dar. Nunca
se había encontrado mal, pero los síntomas son sospechosos. Aun tendrá que
esperar una semana para saber el veredicto. Aunque el lo tiene claro, la
enfermedad se ha aposentado en su vida y no tiene ninguna pinta, de salir de
ella.
Esto le produce nerviosismo y
sabe que la idea que le da vueltas, una y otra vez, en su cabeza. Tendrá nombre
terrible y no sabe como puede afrontarlo psicológicamente. Su salud siempre ha
sido buena hasta que ha dejado de serlo. Sabe que tendrá que renunciar a su
trabajo y se encontrara más aislado, a nadie le gusta estar con enfermos, salvo
unos pocos minutos para cumplir.
Va a tener más tiempo para estar
consigo mismo, esto también crea miedo, pues hay que cambiar.
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