La puerta de la habitación, sirve
para separar el interior del resto de la casa, pero ha sufrido las iras de uno
de los habitantes en un momento de ira. Al ser hueca ha quedado los puñetazos
con la consiguiente señal, hacía dentro. Unos bollos son reflejo de ese
sentimiento, la manivela es otra de las damnificadas, de una impotencia no
asimilada. Lo que no se consigue con las palabras se intenta que se arregle con
la violencia de los actos.
Los días pasan pero el recuerdo
ofrecido, aquella tarde, queda en la estructura de la entrada.
Los gritos como dardos han
quedado reflejados en la superficie lisa de la madera.
Los contendientes han sido dos
hermanos, con edades entre los dieciocho y veinte años, en plena edad de
reafirmarse como hombres, cuando tienen rasgos de ser más chicos. Pero si se
comportan como tales, están viéndose en un periodo mayor, para poder competir
en el mundo que les rodea.
El hueco de entrada de una
habitación al resto de la casa, sea como un paso, similar a su paso de un
estado a otro en su vida personal. La reafirmación como machos dentro del mundo
que les rodea.
Una vez realizado la sinrazón se
quiere desaparecer de la manera más burda, colocando cinta aislante, para
evitar ver el hueco, que delate la sinrazón de su actuación.
Pero la manivela desapareció por
las patadas sufridas y donde había un cierre, hoy tiene que estar abierta y
solo la acción de un destornillador, permite encontrar la intimidad, buscada, a
veces.
La brecha entre los hermanos
sigue creciendo, y los años vividos, parecen no ser un obstáculo para una
separación, traumática, que no favorecerá a ninguno de los dos. La puerta
siempre tendrá la acción, aunque la memoria olvide, los actos acaecidos.
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