La zona del bosque, donde se
encuentran es la menos recorrida, está en una montaña de piedras donde nada
crece salvo los reflejos cuando ha llovido. Buscando un sitio para comer buscan
la luz del sol que no este filtrada por las hojas, aun no han caído a pesar,
que el otoño llego en el calendario hace un mes.
Juan y Mateo sexagenarios,
quieren desentumecer sus piernas con varios recorridos durante una semana. Eligen
un hostal donde dormir, cada día en uno diferente, para conseguir hacer más kilómetros
a lo largo.
Mateo eligió la zona que ha sugerido
a su amigo Juan, que no dudo en aceptar.
Ambos se encuentran con la
voluntad de hacer pero físicamente el cuerpo les pasa factura y ya no tienen
tanto fuelle en las subidas, cosa que solventan con humor, los bastones
comienzan a ser algo más que una ayuda, para convertirse en un elemento más de
la anatomía.
Como lagartos buscan la energía
suministrada a esta hora del día y que mejor que reponer fuerzas.
Hablan de pasado, cuando hacían
tantas cosas, pero ahora el corazón late más deprisa ante cualquier esfuerzo y
pide calma. Nada más comer comienza el sopor y con la caída de ojos llega una
siesta de dos horas, apoyados en las piedras, como se levantaran será otro
problema. Pero el graznido de un cuervo les devuelve al aquí y ahora. Sobresaltados
quieren volver a caminar para evitar llegar sin luz. Pero las articulaciones se
han relajado y duele todo el cuerpo. Apoyándose y dando se las manos consiguen
obtener la verticalidad. Comienzan a ponerse nerviosos por la hora, pero tienen
tiempo de hacer varias paradas y rememorar tiempos pasados. Por otro lado saben
que una mullida cama, les estará esperando al terminar el día, tras una copiosa
cena.
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