Juan observando, a las personas que se cruza en la calle,
encuentra un denominador común, todos tienen prisa y hay que ocupar ese periodo
de tiempo en algo, la mejor manera encontrada es el uso del teléfono móvil.
Mediante él te pones en contacto
con amigos o con cosas que tienes que hacer o solucionar.
Se pierde el sentido de contemplar
lo que te rodea, porque, seguramente, lo tienes muy visto, pero desde luego no
sentido. Así piensa Juan, que no solo son las personas en edad de trabajo, sino
ancianos y chicos jóvenes.
Nos volvemos impacientes porque
todo lo queremos aquí y ahora, ya. Este modelaje social nos hace perder el
sentir personal. Y comenzamos la socialización en perjuicio de la
individualización. Donde cada persona aporta su grano de arena a la sociedad,
pero metidos en la vorágine de la prisa se desvirtúa.
La creación personal tiene prisa,
por ello se convierte en una expresión rápida.
Mientras Juan observa, sentado en
el banco de una calle el trayecto de las personas que pasan allí, llega a
plantearse que es lo que se está haciendo mal o si, por el contrario sale de la
manera social de concebir las cosas. Una cosa queda clara, los paseantes
ninguno, si camina en solitario, lleva cara de felicidad, todo lo contrario,
parecen con la misma careta de seriedad y de preocupación.
Juan se asusta de comprobar de
estar en una sociedad enferma, donde él mismo, actúa de igual manera que el
resto de personas que pasan por ahí. Y cree, que ha llegado el momento de
actuar de otra manera, de llevar la cara sonriente, de disfrutar de los
trayectos, en sus desplazamientos y ser consciente de la vida por donde pase. Los
problemas serán los mismos pero nuestra disposición personal es diferente.
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